Experiencias de comprensión y superación del límite >> VIDEO (Dirigido por Donato Chiampi)
El protagonista de esta película, titulada «Oportunidad» es un grupo de personas que han creado un taller llamado «Desde el límite al máximo». En esta película comparten sus experiencias de comprensión y superación del límite. Informamos aquí la transcripción completa de la película (que también se puede descargar >> PDF DOCX)
Antonella B.
Me llamo Antonella, estoy casada con Mauricio y tenemos una hija. Vivimos en Marostica y trabajo como empleada en un banco. Me gusta viajar, conocer, amo la naturaleza, sus colores y sus paisajes. Mi vida es una vida normal y un poco especial, porque desde que era pequeña convivo con una enfermedad progresiva que me quita las fuerzas y capacidad física.
Recuerdo un momento particular cuando era adolescente que, por una operación, me quedé en cama por un largo tiempo. Y esto lo recuerdo como un momento oscuro y luminoso. Oscuro. Porque de un momento a otro vi anulada mi autonomía, empecé a experimentar lo que significa depender de los demás y probé la soledad. Pero también luminoso. Porque me miré dentro y descubrí la belleza de la vida y el valor de vivirla a pesar de todo. Mi vida es una vida cuesta arriba, porque cada día me enfrento con los límites físicos y una autonomía reducida.
De frente a una nueva dificultad experimento toda mi fragilidad, ansia y miedo. Esta lucha inicia porque mi espíritu se rebela, pero mi cuerpo habla otra lengua. Esta lucha dura hasta cuando no logro escuchar profundamente mi cuerpo y acoger el nuevo límite. Después, me vuelvo a encontrar “nueva” y “distinta” de antes, pero siempre yo. Antonella.
Claudio B.
Conozco la discapacidad desde hace muchísimo, desde que era niño. Llevo 18 años en silla de ruedas.
Así decía a los niños de primaria cuando me preguntaron: “¿qué es el límite?” Quisiera usar esta imagen: un embudo está hecho de dos realidades. Está hecho de una copa ancha y de un cono que se encoge y nosotros en la vida hemos sido vertidos en este embudo. El límite es cuando el embudo se estrecha, es el sufrimiento, el dolor, la dificultad. Puede ser que el embudo se atasque y la vida ya no fluya dentro del embudo. “¿Qué hacemos? ”-les decía a los niños- “hay que derretirse”. La única realidad que te ayuda a “derretirte” es poniendo al otro en el centro, su necesidad, su deseo de ser escuchado, de ser amado. Solo el amor puede derretirte y hacerte tan líquido para superar y cruzar el umbral estrecho del límite.
Antonella B.
No todos deseamos entrar en relación con el límite. Alguna vez me he sentido incómoda y no aceptada, ésta es y sigue siendo una herida. Con los amigos del Taller cuando nos intercambiamos estas sensaciones, se ha reforzado en mí el descubrimiento que aceptar nuestros límites, es el secreto para encontrar una nueva libertad, fuerza y alegría. Es fruto de la vida compartida, no solo de mi vida.
Claudio B.
Si vivo la vida poniendo al otro y la relación con el otro en el centro de mi existencia, probablemente podré entender por qué Dios me ama así, inmensamente. Mi límite es la posibilidad de donarme y de reconocer la plenitud de la libertad del otro que se dona a mí.
Chiara N.
Soy fisioterapeuta y trabajo desde hace muchos años en una residencia asistencial sanitaria con personas ancianas y adultos con graves discapacidades psicomotoras.
Entrar en la aventura del taller ha sido como si se me abriera un mundo por delante, del cual antes solo entreveía una parte. Ha sido ponerme de frente al hecho que también yo tengo que reconocer y aceptar mis limites personales. Con los pacientes he experimentado cómo es importante buscar siempre el camino de la reciprocidad que me hace descubrir las cosas que el otro me ha donado durante mi trabajo.
María Daniela M.
Me llamo Maria Daniela. Estoy casada con Paolo desde hace 25 años, tenemos dos hijas de 14 y 17 años. Trabajo como programadora informática. Hacía dos años que nos habíamos casado cuando a causa de un accidente automovilístico perdí el uso del brazo derecho.
En el taller nos confrontamos, nos intercambiamos nuestras vivencias, y ahí he podido destacar un par de cosas. La primera fue que el hecho de haber aceptado desde el inicio mi limite, ha hecho que mi vida diera un giro total. Por lo tanto, lo que soy hoy, también lo que tengo, lo debo a esta experiencia. Después también la relación con mi marido, con Paolo, con las hijas ha sido probado por esta experiencia, pero también se ha podido profundizar muchísimo.
Giusy M.
Soy Giusy. Estoy casada y tengo dos hijos ya grandes y trabajo como enfermera desde hace más de treinta años.
Desde hace unos años tuve que dejar mi trabajo en sala por motivos de salud y es por eso que ahora desempeño una actividad más en contacto con mis compañeros que con mis pacientes. Desde que he empezado el trabajo con el Taller, me he preguntado en calidad de qué podìa participar. Yo enfermera, con el límite de no poder trabajar en contacto con los pacientes. Podía ser como una persona que siente el límite de no ser lo suficientemente capaz de poder ayudar a su propia hermana no completamente hábil. Y además podía ser aquella persona que vivía su propio límite de enfermedad, el límite de todas aquellas enfermedades que no son tan evidentes pero que, de todos modos, marcan la vida de todos los días.
Maria Daniela M.
Cuando las niñas eran pequeñas, no era fácil abrazarlas solo a mitad. Ellas me extendían sus manitas y yo les podía dar solamente una. Después crecieron, comenzaron a ir a la escuela, y ahí comenzaron las preguntas de sus compañeros, quizás un poco impertinentes. Recuerdo la mayor que regresaba a casa y no tenía las respuestas a estas preguntas. Desde entonces tratamos de contestarlas juntas. Las hemos encontrado en todas las cosas hermosas que hay en nuestra familia.
Recuerdo la más pequeña cuando tenía unos 4 años y apenas había aprendido a atarse los zapatos sola. Yo no logro atarme sola los zapatos, por lo tanto, compro solamente zapatos sin cordones. Entonces viene y me dice: “mamá, ahora te puedes comprar todos los zapatos que quieras porque te los ato yo.” Ahora ellas son grandes, adolescentes y hace un tiempo, no hace mucho, me dijeron “eres la mamá más bella del mundo tal como eres y no te queremos diferente”.
Giuseppe B.
Me llamo Giuseppe. Estoy casado y he recibido el regalo de tres hijos. Soy artesano y ceramista por vocación.
El límite lo encuentro, puedo decir, todos los días, desde el momento en que me despierto, el esfuerzo de levantarme, de dar los primeros pasos, la fatiga de vestirme. Para mí es importante conocer mi límite, saber hasta dónde puedo llegar. Pero me pregunto, ¿Qué es el límite? Pienso que el límite forma parte de la naturaleza. Instintivamente la primera cosa es rechazarlo, negarlo. El límite son las dificultades, el no sentirme adecuado, es el sentirme inferior, no sentirme a la altura, pero también es el no saber, el miedo, la incertidumbre, y no solo eso…. también es la tristeza, el encerrarme en mí mismo, la desesperanza, el límite de no sentirme amado, el sentirme rechazado
Giusy M.
Para mí ésta es la riqueza de este taller: ser tal como soy, encontrar en el camino hecho juntos la fuerza para iluminar nuestros pasos de vida. Los limites permanecen, no se cancelan, pero es como si fueran iluminados, transformados por una extraña alquimia.
Giuseppe B.
Yo creo que el límite es una respuesta inadecuada a un deseo: “quisiera, pero no lo logro”. Cuanto más grande es la distancia entre el deseo y la respuesta, mucho más grande es el sufrimiento, el disgusto que puedo probar.
Unir el deseo con la capacidad de respuesta. O mejor dicho, unir el deseo con mis medios. La libertad no la encuentro en el hacer cualquier cosa, sino en el poder hacer algo que me es posible. Amar, ir un poco más allá, amar mi limite, ir un poco más allá de él. Y en este caso, cuando lo logro, la libertad coincide con mi realización humana. Con la alegría y con la satisfacción de una vida plena.
Laura T.
Me llamo Laura, tengo 55 años, vivo sola en Cadine, un pueblo cercano a Trento. Habiendo nacido en una familia de campesinos, desde pequeña iba al campo con mi papá. Mi gran pasión es el tractor. Cuando era pequeña me acuerdo de que mi papá me venía a recoger en moto a la Educación Infantil y luego a Primaria y me llevaba al campo para que conducir el tractor. Él necesitaba que yo le ayudara, pero para mí era un juego. No veía la hora de cumplir 18 años para sacarme el carnet de conducir y participar en las carreras. Por 5 años he corrido en toda la región del Trentino ganando siempre, y me convertí enseguida en la campeona regional de locomóvil tractorista.
Tenía muchas ganas de vivir, de trabajar y de estar siempre atenta a los demás. Y mira por dónde a los treinta años tuve mi primer impacto con la enfermedad. De repente siento dolores articulares en las rodillas, un dolor fortísimo que me impide caminar y subir las escaleras. Me diagnostican una artritis psoriásica. El médico me dice: “tendrá que aguantarla toda la vida”. Por un momento vi mi vida derrumbarse. Comencé de inmediato con las citas médicas, medicinas y tratamientos. El primer año fue muy duro, difícil. Me aconsejan varias ayudas para la vida diaria, muy importantes y útiles. También tengo que mandar a hacer los zapatos a la medida, que para mí son muy importantes. Yo que estaba acostumbrada a arreglármelas, viéndome en estas circunstancias, me daban ganas de llorar.
Giovanni G.
Soy médico especialista en rehabilitación. Y desde el inicio de mi carrera me ha fascinado el mundo de la discapacidad, sin saber bien por qué me sentía atraído. Entré en este grupo del límite como asociado, pero poco a poco me inscribí con pleno derecho. Porque también yo hice mi experiencia de enfermedad, que llegó repentinamente, inesperada…
Con los amigos del “limite”, lentamente hemos llegado a profundizar algunos elementos de la realidad de la discapacidad. Cada hombre, de hecho, aunque esté sano, experimenta durante su vida cotidiana momentos de límite. Porque estamos cansados, o porque nos duele la cabeza, o porque nos peleamos con alguien, o porque nos regañó nuestro superior… En momentos así, no es que estamos al máximo, rendimos mucho menos, hacemos una experiencia de límite. Y es por eso que consideramos que la realidad de la enfermedad es como un libro abierto donde se pueden leer tantas cosas para la vida del hombre. Un libro abierto que siempre lo hemos tenido con nosotros, pero que en realidad no lo hemos leído lo suficiente porque nos hemos dejado llevar por otras realidades, por nuestros problemas.
Lauro B.
Me llamo Lauro, tengo 51 años y soy enfermero. Vivo en Rovigo. Desde hace 4 años que convivo con Rita, después de una experiencia matrimonial de 11 años y desde hace dos años hacemos la experiencia de la adopción: un niño de 11 años que nos ha confiado la agencia de servicios sociales. Mi experiencia del límite es aquella de caer continuamente y volverme a levantar, recomenzar, aflojar el paso, de retomar el diálogo y de tener que recuperar la relación.
Laura T.
A este punto de mi vida pensaba que estaba tranquila, en cambio otro golpe fuerte. Hace un año me diagnosticaron un tumor en el seno. Hablo con los amigos del Taller donde me siento comprendida y aceptada, y veo en los demás una riqueza. Mi vida podría gritar al mundo que vale la pena vivirla.
En enero de 2014 me descubren otro tumor, esta vez en los huesos. Es un duro golpe, pero trato de reaccionar de inmediato, ya habiendo hecho la experiencia anteriormente. Esta fuerza la encuentro por mi carácter luchador, pero también en el compartir con los amigos del taller. He entendido que puedo ser un don para los demás también tal como soy.
Lauro B.
Un punto significativo, fundamental de la experiencia que he hecho con el límite, es la de compartir. Al encontrarme con otras personas y comunicar mi dificultad, encuentro la fuerza, la manera de levantarme, de recomenzar. ¿Qué le respondo a quien me pregunta? “¿a qué vas a este Taller, con quién te reúnes, ¿qué te aporta?”. Le respondo lo siguiente: “El compartir es una experiencia fundamental, una alquimia increíble que da luz y esperanza cuando sentimos que tenemos problemas”.
Francesco B.
Cuando nació Marco de inmediato aparecieron los problemas que aumentaron con los años y la discapacidad se volvió más visible. No hablaba, pero a los 8 años logró comenzar a comunicarse a utilizando un ordenador.
Patricia B.
Con la ayuda del ordenador Marco, desde entonces, ha podido expresar siempre todas sus necesidades. Pero sobre todo nos ha podido abrir su corazón y hacernos entender que era lo que realmente poseía: un tesoro increíble.
Alberto B.
13 de febrero de 2010: “Querido Albi (Alberto), te deseo muchas felicidades en tu cumpleaños, …. A ti te corresponde hacer lo que te parece justo y encontrar el camino, entendiendo que lo que nunca debe faltar en una vida feliz, hagas lo que hagas, es la voluntad de amar y la confianza de dejarse amar. Feliz fiesta y buen camino. Marco”.
Elisa B.
Bautizo de Elisa, 26 de septiembre de 2004: “Entre las nubes tiernas de una primavera incierta, llego un algodón rosado como un don divino que nos regaló un nuevo sueño. Te lo ruego Jesús: dónales más, más que una sonrisa, más que el Paraíso, dónales tu Amor y apriétalo a tu corazón. Y dibújales un futuro en un mundo menos duro. Marco”.
Patricia B.
A los 15 años Marco empezó a asistir al Taller “desde el límite al Más” hasta los 18, edad en que partió para el cielo.
Chiara M.
Me llamo Chiara y vivo en Trento. Trabajaba como enfermera profesional en el hospital de mi ciudad hasta que una serie de eventos me llevaron a “la otra parte”. He tenido siempre facilidad con este tipo de profesión, pero a pesar esto, he aprendido con los años que lo que se estudia como operador sanitario, no nos lleva necesariamente al conocimiento particular y profundo del dolor y el sufrimiento hasta que uno mismo no lo experimenta personalmente.
Recuerdo mis primeras hospitalizaciones Una visual al horizontal, como me gusta definirla. Desde esta perspectiva todo asume un impacto distinto. Estás en pijama, has dejado atrás tu identidad, te vuelves un número, un diagnóstico, ¡y si tienes suerte de saberlo! Tienes una gran cantidad de tiempo. Para observar, escuchar, pensar sufrir y conocer la soledad. La jornada está acompañada de gestos, miradas, palabras, sonidos, olores.
El médico que entra en el cuarto viene automáticamente “radiografiado”. La expresión de su rostro, el tono de su voz, sus gestos. Cuando él entra y dice a todos “buenos días” indistintamente, yo siento la diferencia si me lo dice a mí acercándose a mi cama. Porque ese “buenos días“ es para mí, yo me siento “persona” en aquel momento. O la sonrisa que me hace un enfermero cuando me viene a sacar sangre, o a girar la almohada o tomar la presión, son como una caricia interior que te resuena en lo más íntimo de tu ser. El calor de un gesto, por ejemplo, cuando se me entrega un resultado negativo, o se me pronostica una realidad futura difícil e incluso dolorosa, vale mucho más que tantos discursos, humaniza la cruda realidad.
Giovanni G.
¿Cómo se volvería, por ejemplo, el mundo de la pedagogía, de la educación escolar, si pusiéramos en el centro el concepto del límite? ¿No ayudaría a las jóvenes generaciones a acogerse mejor y aceptarse, así como son, con sus límites psicológicos, físicos? ¿No ayudaría a toda la corte a aceptar al otro cuando se encuentren?
Y si el mundo de la salud pusiera en el centro la idea del límite, el límite que vive el operador sanitario cuando sufre porque no encuentra la diagnosis, la terapia, el límite que vive el enfermo en su propia carne. ¿Acaso no ayudaría el llevar la relación del cuidado mayormente hacia una realidad de relación, de reciprocidad?
Y la realidad de la política, ¿cómo sería vivida y adoptada si se tuviera como centro esta experiencia del límite, como vendría organizada la convivencia de una comunidad humana, como se volvería el bienestar común si se pusiera al centro el límite?
Chiara M.
Me gustaba moverme, correr, escalar y mil cosas más. Pero la vida no es solo poesía y me encontré dentro de un sueño truncado. Tuve que recoger los pedacitos, poco a poco, no sin dolor, ni esfuerzo y a veces rebelándome, para buscar de recomponer algo completamente distinto de como lo había imaginado.
El encuentro con los amigos del Taller ha permitido madurar dentro de mí la conciencia de la importancia de lo que la sociedad considera “diferente”, la riqueza de cada uno de nosotros, el potencial.
Me gusta imaginarnos como un calidoscopio. Tantos pedacitos de vidrio de colores, distintos pero unidos y cuando son traspasados por la luz, al mínimo movimiento, logran componer siempre nuevos y maravillosos diseños llenos de armonía, listos para ser donados.